Tuesday, October 4, 2011

Los cuarenta rugientes.

El agua helada que cubría el piso lo devolvió a la realidad, se levantó en la oscuridad. A tiendas palpó cada rincón con sus manos hasta que encontró el frontal pero las pilas se le habían salido, con grandes brazadas en el suelo encontró la tapa, pero esos malditos pequeños cilindros se le resistían, correteaban de parte a parte mezclados con esa sopa salada que entró por las escotilla cuando intentó salir del habitáculo.
El cabeceo era ahora muy fuerte salvaje como un toro, de tanto en tanto se sentía un movimiento de guiñada luego un balanceo furioso  y otra vez el cabeceo.
Ferdinand volvió a caerse, esta vez algo se le metió bajo las costillas, el golpe le cortó la respiración durante una eternidad.
Ya no existían nombres marineros para describir las sacudidas que volvían a embestir la embarcación, el léxico aquí se quedaba corto.
Latas, sobres de comida seca, vasos, cubiertos, ropa y todos sus enceres fueron saliendo de las estanterías para alcanzar el suelo. Un ruido ensordecedor de cosas que se entrechocaba y golpeaban contra los mamparos, el batir de las puertas y un ulular llenaban todo el espacio sonoro, lo más preocupante era el terrible y largo crujido que presagiaba un destino incierto.
Ahora se lamentaba, lloraba añadiendo más agua con sus lagrimas a la que había entrado, se tumbó en el catre y al fin pudo encender una linterna que guardaba entre los pliegues de la cama. Con la luz la magnitud del desastre era más patente, no quedaba nada en su sitio, hasta la radio, que estaba trabada con un listón, yacía en el suelo hecha pedazos. Mapas, libros y fotos flotaban por el vertedero que era su camarote.
Una foto, Miranda que le sonríe desde un papel mojado.Ahora un nudo en el vientre, el universo se rompe, los platos y conservan se suben a su cama, su cuerpo es empujado hacía la escotilla, ¡el barco escora!.
¡Es el fin!, piensa, pero cuando va a tocar el techo con su espalda la quilla vuelve a poner el casco contra las aguas, violentamente todos los trastos caen,  luego una segunda ola más fuerte, el pequeño velero da una vuelta completa y vuelve a adrizarse.
Sigue la tormenta, naranjas, papel higienico y la maltrecha radio golpean a Ferdinand para que se levante, pero no quiere levantarse sabe que va a sobrevivir y ríe a carcajadas, se reconcilia con su suegro Próspero, este no quiso financiar la parte que faltaba para comprar un catamaran.
¡Bendito tacaño, solo con un monocasco se sobrevive a una vuelta completa!

Monday, September 12, 2011

La ecuación.


Faltaba media hora para terminar la clase y tras una sesuda exposición de teoría de los números, de binomios y de polinomios, el profesor decidió que era el momento de hacer un descanso, escribió unos guarismos, unos signos, unas letras y tras detenerse en el signo igual giró sobre sus talones y retó  "Quien sea capaz de resolver esta ecuación tiene el curso aprobado con matricula y no hace falta que se presente a ningún examen"
Un latigazo de electricidad recorrió al instante millones de neuronas en el cerebro de los alumnos pero esa energía pronto se disipó transformándose en calor, excepto en un chico, un fanático de las matemática. Se levantó como un resorte y fue con grandes zancadas directo al encerado para llegar el primero, atrapó al vuelo la tiza que el profesor le lanzaba y se puso a escribir poseído y febril un desarrollo de la función, el traqueteo rítmico de la tiza solo se detenía cuando pensaba si debía factorízar o sustituir... Siguió escribiendo hasta llenar completamente la pizarra, como le faltaba espacio escribió sobre la pared y continuó, un gracioso abrió la puerta, pero frenético y sin detenerse de escribir el joven salió del aula, continuo su ecuación en las paredes de los pasillos, a la vez que se alejaba cada vez más, cada vez más; nunca más se supo de él.
Si prestas atención por las noches en la facultad aún puedes oír un tac tac tac: es el ruido de la escritura de esa ecuación diabólica que sale del inframundo.
Desde entonces mi profesor de álgebra lineal  no escribe nunca en la pizarra si no está el aula cerrada, creo que aún tiene remordimientos por haber abierto la puerta a su amigo.